Lo
que pasa en el rancho: Tom estuvo por el pueblo (yo soy de los que se quedan en
casa) y me dijo que en un lugar, casi el único abierto, no había sistema. El resto,
todos cerrados. Feriado por nieve. Él está un poco indignado porque tampoco
puede terminar el techo del gallinero (ver foto) ni preparar la tierra para la
primavera. Pero aprovecha para seguir con otras cuestiones (llámese invernadero
“movible”, colocación de puertas y ventanas en el gallinero,
preparado de “senderos” para la camioneta (se avecina un ZARPADO lodazal),
etc). Ajo es un perro feliz, come nieve, se acuesta, escarba – como si no fuera
agua helada. Yo leo, corrijo, miro por la ventana. Escribo, limpio un poco,
salgo a dar una vuelta y escuchar el crunchi crunchi de la nieve. Saco fotos y
vuelvo a entrar. Ahh, la vida de trabajar desde casa. Al que pueda, se lo
recomiendo. Y si es en el sur, ni les cuento.
Hace
un rato empezó a caer una llovizna – sucia, mugrosa llovizna. No sólo me
derrite toda la blancura del valle sino que trae a la luz las innegables
consecuencias del barro que les comentaba más arriba. Y bué, gajes del oficio
que le dicen. Pero el año que
viene no me va a agarrar desprevenida: sin trineo, el próximo invierno no
comenzará. Palabra de niña exploradora.
El invernadero cuando nos despertamos:
Un muñeco de nieve que me encontré por ahí. Pobre, medio derretiduchi:
ATENCIÓN: parece que este va a ser el día más frío del año en Trevelin: se avecinan los -12 grados (sí, leiste bien) esta noche. Le hacemos frente a todo, no tenemos miedo, venceremos. (Sigo sosteniendo que acá, 0 grados o -1 grado NO ES LO MISMO que en Buenos Aires. Una bobadita. Cuando allá se congelan con 6 grados (¡por favor!), acá con -12 nos la pasamos deluxe. Fíjense dónde quieren estar viviendo. Fíjense.
Comentario aleatorio (y no por eso menos importante): A quien le pueda
interesar, hoy he hecho un HALLAZGO si igual. Vengo luchando con el polvo hace
meses, no entendía el tema de pasar una franela por todos lados, tener que
lavarla cada vez, y que a los dos días estuviera todo el polvo ahí mirándome
como si nada hubiera cambiado en el mundo. Bueno, Tom me decía: “plumero” y yo:
“ay, por favor, Tomás, pasás el plumero, el polvo sale volando y vuelve a caer
en el lugar!”. Hoy me trajo uno, lo probé. Soy feliz.
Les voy a pedir a los que ya conocían este implemento fantástico que no
sean tan egoistas con la información la próxima vez. A los que no lo sabían y
se avergüenzan de asumirlo (a mi me dio un toque de vergüenza conocerlo a los
30 – más todavía considerando que tenía uno en Santos Dumont que jamás usé), no
hace falta que digan nada, pruébenlo y denle la oportunidad de que les cambie
la vida para siempre. (La ecuación
es: plumero (3 segundos), escoba (2 minutos). Y listo. Posta.)